En un pequeño pueblo viejo y deshabitado, llamado Dunwich, vivía una mujer junto a su padre, llamada Liviana Watheley que dio a luz a un hijo que tuvo como nombre Wilbur. Después del nacimiento por el pueblo corrieron muchos rumores pues el hijo no tenía padre conocido, pero el más extendido fue que el chico había sido concebido gracias a un conjuro.