Cuando encuentran el cadáver del famoso abogado afroamericano Howard Elias, ningún detective quiere investigar el caso. Su especialidad eran las querellas en las que alegaba brutalidad policial, racismo y corrupción, así que todos los agentes son posibles sospechosos de su muerte. Finalmente, le asignan el caso al detective Harry Bosch. El asesinato tuvo lugar la víspera de un gran juicio: Elias llevaba un caso contra la policía de Los Ángeles por usar técnicas violentas con su cliente, Michael Harris, un hombre negro.