El signo de los tiempos para Europa, transcurrida la primera década y media del Siglo XXI es, sin lugar a dudas, la denominada "poli-crisis", nombre que se le ha dado tanto en los círculos diplomáticos como en los académicos a esa crisis de gran calado por la que atraviesa actualmente el proceso de integración regional europeo con distintas aristas. Los aires euroescépticos de los nacionalismos populistas e insolidarios pero, sobre todo, eurofóbicos, están empujando las velas de la Unión hacia un precipicio de incalculables consecuencias económicas, políticas, sociales, democráticas, institucionales, legales, culturales y humanitarias. El Brexit plantea, sin lugar a dudas, el principal reto y desafío para la Unión, pues hasta este momento todos los países europeos querían ingresar al club, y había que modular dicho proceso, pero ahora hay un Estado miembro que ha activado la "cláusula de desconexión" prevista por el artículo 50 del Tratado de la Unión Europea, el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, desconexión que introduce al propio país, a la Unión y al conjunto de Estados miembros, en un terreno nebuloso absolutamente desconocido y cuyas consecuencias e implicaciones no somos capaces de vislumbrar aún.