La belleza puede que entonces sea precisamente eso: un ciclo, un venganza de la vida ante la muerte. Amanda Durán conoce el idioma lo sufientemente bien como para moldearlo hasta hacer de él un arma afilada con la que no sólo combatir lo feo- o la suciedad en la que antes bailábamos- sino también para homenajear al ser querido que se fue, que se va, que aunque parezca que con su fuga nos deja sin nada, en realidad nos lo entrega todo: la belleza.
"Excelente"