La Conquista Apasionada

Julio Armas · Océano Ambar

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Reseña del libro

Con el descubrimiento del continente americano y quizas como un tributo intangible e insospechado a nuestros ochocientos años de ocupación musulmana, el almirante Colón regaló al mundo occidental un descomunal juego de ajedrez. Un desmesurado tablero en el que todavía, quinientos años después, se continúan jugando las increíbles partidas del Descubrimiento. Sus escaques, unas veces blancos y otras negros y sus fichas protagonistas, unas veces negras y otras blancas, van siendo testigos, a lo largo de los siglos, de muchos movimientos, de muchas aperturas apresuradas, de muchos enroques, de muchos ataques y defensas en los que reyes o reinas, alfiles o caballos, torres o peones, siguen enfrentándose los unos a los otros. Y así, desde la verde selva guaraní hasta el seco desierto de Atacama, de la nevada Patagonia hasta el húmedo estuario del Orinoco y desde el atajo fluvial panameño hasta el abismal cañón del Colorado, las fichas de uno y otro color van entrelazando sus movimientos, mientras disputan esa partida perpetua que desde mil cuatrocientos noventa y dos tienen entablada el continente, sus habitantes y sus descubridores. Y precisamente de esa feroz partida de ajedrez tratan las páginas de este libro. Del ataque a los caballos, del asalto a las torres, de los dicterios entre alfiles y de las embestidas valientes y vigorosas de los peones. Jugadas interrelacionadas, ataques defensivos, errores psicológicos, triangulaciones, alfiles "malos" y "buenos", casillas "fuertes" y "débiles", enroques imposibles, posiciones bloqueadas y peones, siempre los peones de uno y otro color: "encadenados", "colgantes", "aislados", "libres", "alejados", "retrasados" y "bloqueados". Peones que un día tuvieron la suerte o la desgracia de jugar en esta maravillosa partida que desde hace quinientos años está transfigurando el continente americano y en la que, cuando termine y como siempre ocurre en el juego del ajedrez, los peones y los reyes de distinto color, antes enemigos irreconciliables, se irán a descansar revueltos en el fondo de la misma caja... como buenos hermanos

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