Escribir este cuento significó para mi dejarme envolver por aquel verde mundo de la naturaleza tan cerca a nuestros ojos pero al mismo tiempo tan lejos. Y es que; consciente e inconscentemente hemos ido dejando de apreciarla en su verdadera dimensión, como son la mágica belleza de los colores y fragancia de su flora, el aletear y jubiloso trinar de los pajarillos lejos de los asfixiantes cautiverios , el relajante murmullo de las aguas de los riachuelos y tantos otros lenguajes que sólo ella, nuestra madre naturaleza sabe expresar. Hemos dejado también de mirar al lìmpido cielo y de apreciar su majestuosidad e inmensidad celestial. Por tanto, esta sencilla historia de ficción sólo intenta despertar algo de nuestra sensibilidad adormecida ante las diversas manifestaciones de nuestra naturaleza quien diariamente nos envía sencillas señales, pero de hondo significado, tratando de decirnos que a veces no es necesario profundizar en la alta ciencia para encontrar un “sí” de respuestas a los diarios inconvenientes que nos plantea la vida, los mismos que muchas veces tiene su origen en nuestra conducta . Nos dice también que ella siempre ha estado allí y estará pacientemente esperando que advirtamos su presencia y que ella seguirá reverdeciendo en cada amanecer para nosotros a pesar de nuestra indiferencia.